El Salon Principal

Mi sonrisa era tan dulce como una mañana de primavera. Me eché a reír animadamente y miré a Violet parecía muy alterada por aquel pequeño pero intenso enfrentamiento.
- No te preocupes- le dije con ternura.- Nada pasará.
Pero no añadí más, al menos para ella. Miré a Ann y un brillo que sabía era de hielo y fuego pasó por mi mirada que ahora era más de negro y plata que de oro.
- Buena decisión.- ronroneé a Ann mientras caminaba en círculos sin que mis ojo se apartaran de ella- No tengo ganas de encadenar tu voluntad.
Le sonreí con picardía e hice un corto paso de danza sobre el suelo cristalino.

Al ver que Violet se retiraba, me dispusé a seguirla. Por el rabillo del ojo alcancé a advertir que Ann deseaba detenerme pero la disuadí con otra sonrisa. Le dediqué una graciosa sonrisa y murmuré con cortesía, caminando en pos de Violet:
- Perdona Ann. Nos veremos en otro momento.
Marché sin decir una sola palabra más. Y mi sonrisa era extraña.

Vi como ambas se iba, me quede quieta, sin hacer nada, no mas que un sincera sonrisa. A los poco minutos, me fui, tranquilamente.