Habitación de Violet

Me quedé pensativa un instante.
- Mmmmm. No sé si mis ideas son geniales, pero vamos a ver que tenemos por aquí- me señalé la cabeza con un gesto- Podría ser que jugáramos guerra de almohadas- bromeé mirando sugestivamente a la cama de Violet.- Mmmmmmm, no sé, no creo.
Mi rostro se iluminó cuando una idea se apareció en mi cabeza.
- Dime, Violet- comencé- ¿Te gusta la poesía?

Era cierto que me gustaba sorprender a Violet, pero ella no sabía aún por qué. Era porque me gustaba ver el brillo de sus ojos verdes y la alegría en que participaba en cada juego. Me hacía recordar mi juventud y era entonces cuando podía sacar a la persona que había sido una vez, hacía ya muchos años, cuando Edward y yo conversábamos a la luz del sol en mediodía.
Así que dije, sonriendo.
- Se me ocurre- hablé con cautela, disfrutando de la expectativa creada- Que podríamos ver por la ventana, mirar lo que hay a lo lejos y tratar de decir un verso, de lo visto, lo vibrado y lo sentido.
Me reí ante mis propias palabras y esperé la respuesta de Violet.

Me reí. Miré a lo lejos y dije con voz suave:
- A lo lejos, un niño piensa que todo su mundo es una pelota que vuela y canta al son de su ritmo interior. Siento su inocencia como un tesoro que a caudales va derramando, luminoso. ¿Qué ves tú?- Mientras decía eso, pensaba. Yo sabía que mis ojos eran tan dorados como los de Violet verdes, pero me acordaba, todavía, de cuando yo también los tenía verdes, verdes con tonalidades de miel.
Esperé la respuesta de Violet. Tenía curiosidad por saber qué me diría.

- No- susurré- Está muy bien. Pero hay algo más allí de lo que tú misma puedes creer.
Dorados cabellos. Meneé la cabeza, intentando aclararme la cabeza.
- Voy yo- dije, sonriendo. Cerré los ojos y dije, con voz diferente a la mía propia, sumergida en un recuerdo que era a la vez presente y a la vez pasado:
- La voz del viento susurra los secretos del mundo helado. Mi corazón los recibe pero éstos ya han caducado. No sé que sentir acerca de eso, quizá esté más muerta de lo que yo había pensado.
Abrí los ojos sobresaltada una vez más. Pero no dije más. Esperé a ver qué diría Violet.

- Veo que lo entiendes- dije con suavidad, viéndola- Creo que estamos usando las palabras como un espejo.
Suspiré.
- Deberíamos hablar de cosas más alegres, ¿No crees?- sonreí animadamente y agregué, como un soplo del viento del norte:
- Dos amigas se han encontrado más allá de lo que pudiera haber sucedido. Los problemas no se fueron pero no molestaban tanto. No había crimen ni llanto, sólo una gran paz.

Reí. Miré con cariño a Violet y dije con voz dulce:
- Puede que Ivy regañe a Violet pero en el fondo es sólo porque está preocupada. No puede enojarse realmente con una amiga tan sincera, divertida y linda como Violet. Ivy se pregunta si alguna vez encontraría a alguien así otra vez y no puede evitar sentir miedo ante la perspectiva de que una persona así quiera correr al peligro.
Sonreí y esperé.

- Se ha convertido en un lindo juego- asentí- Me gustó mucho lo que dijiste.- añadí, sonriendo.- Gracias.
Y dije a su vez:
- Me gusta este lugar, tan lleno de dulzura y paz. La ventana es como un mundo que puedo ver sin lastimarme, estando sin estar. Pero lo mejor de todo es que no estoy sola más.

- Es cierto- sonreí- Ed va a tener que acostumbrarse a verme fuera de casa.
- La gente va y viene, vive y muere y sin embargo parece que aquí el tiempo se detiene.
agregué.

Miré a Violet en silencio. No me atrevía a decir nada porque mi voz ya no sería la voz de felicidad. Acababa de ver a los niños jugar allá abajo y no podía mirarlos, porque me partirían el corazón los recuerdos. Pero en aquel lugar los recuerdos no dolían tanto así que dije con voz suave:
- El pasado es como un amargo licor que puede ser de ámbar delicioso, un néctar de vivencias que es tan variado como apasionado.

Me eché a reír, suave, serenamente.
- Entonces sonreíre- dije entonces y la miré con ojos secos y brillantes- No te preocupes. Estoy bien- me sorprendí ante la verdad de mis propias palabras- Y quisiera seguir viendo por la ventana.
Mi sonrisa se hizo más cálida
- Pero... ¿Podríamos jugar guerra de almohadas?- supliqué, riendo.

- Eso es lo que tú crees- repliqué mientras agarraba una almohada y perseguía a Violet riendo desaforadamente por toda la habitación. Era realmente divertido saltar y gritar y sonreír y reír y carcajearnos y pegarnos... jajajajaja.
Pero faltaba gente para unirse a la salvaje diversión. Así que susurré a un punto de mi mente, para que volara a mi hermano pálido en su habitación:
- Ed... ya sé que voy a pedirte por decirte lo del juego del restaurante. Ven y únete a la guerra de almohadas!!!!!!!!!!!
Me descuidé un momento, concentrada en el mensaje mental. Violet aprovechó y me golpeó en la espalda con la almohada. Le enseñé la lengua y la perseguí hasta devolverle el golpe.
Y seguimos riendo y riendo y riendo.

- Yo no jugaba desde que Emmett deshizo una almohada en mi cabeza de un solo golpe- reí mientras le daba uno bueno en los brazos a Violet.
- Ínvité a Ed a jugar- añadí, mientras le daba otro en las piernas y retrocedía como un bólido, esquivando las cosas a mi alrededor.

Y uno y dos y uno y dos. Yo ejecutaba una danza mientras esquivaba los golpes de Violet o simplemente se los daba.